CRÓNICA DE UN VIAJE: ENTRE EL PODER Y LA CULTURA

Por Max Oñate Brandstetter*

“Estando acostumbrados a la cadena,
no nos damos cuenta de que no caminamos gracias a la cadena,
sino a pesar de ella”
Errico Malatesta

En esta oportunidad escribiré fuera de todo protocolo, fuera de todo rango de control disciplinario, puesto que la ciencia política lee la realidad (o trata de hacerlo) mediante el análisis de las instituciones y por tanto tiene una vista torpe cuando quiere explicar situaciones fuera de lo que tradicionalmente esta disciplina está acostumbrada.
Por otra parte, las ciencias sociales (en su conjunto) tratan de explicar el comportamiento humano, pero frente a lo dinámico (y cotidiano) que funciona la realidad, estas quedan cortas a la hora de explicar.

La siguiente es una historia del espacio microfísico de la política (haciendo referencia a Foucault) en pequeños espacios de desenvolvimiento social, que deberíamos prestar atención para comprender la globalidad de los paradigmas.

Contexto de esta historia: es una simple entrevista a un conocido, que es tinta fresca para dar un vuelco a los análisis del biopoder. M, será el escritor de este texto (max) y R el entrevistado (Raúl) y aquí comienza la transcripción y el relato.

M: Cuéntame Raúl, de que se trata esta experiencia que quieres relatar

R: Un viaje en el metro

M: ¿Cómo fue tu experiencia?

R: Mira, antes de todo, debo explicar más o menos quien soy, mi contexto de vida y como ocurren las circunstancias.

M: continúa con tu relato por favor.

R: Soy profesor de educación física, titulado de una universidad X, además soy instructor de Kick Boxin (una disciplina marcial) y hago clases partime en colegios. Dicho esto, debo explicarte que vivo con mi pareja e hijo y no alcanzo a pagar los gastos únicamente con las clases que realizo, por lo que recurro a la universidad haciendo ayudantías sobre cátedras comunes en las que salí muy bien calificado, que mantengo hasta el día de hoy y que son ingresos indispensables para mantener a mi familia y pagar mi casa.

M: ¿Por qué evitas decir el nombre de la Universidad?

R: Porque no le hago propaganda a ninguna institución financiera y, para bien o para mal, no quiero ser vinculado a esa organización que vende mercancía educacional.

M: de que se trata exactamente todo esto.

R: Bueno, para allá quiero ir… como mencionaba, dependo de ayudantías que mantengo aún en la universidad para poder extender mis ingresos y ayer me dirigía en metro hacia la casa de estudios a trabajar.

M: ¿Ibas solo?

R: No, me acompañaba mi pareja, quien además iba a un control médico.
Continuando con la historia, esperamos subir a un carro que nos permitiera ir sentados, porque yo me encuentro lesionado y mi pareja sufre de crisis de pánico.

M: ¿Se pudieron ir sentados?

R: Si, pero ahí comenzó una travesía inusual.
Apenas nos sentamos, se puso un señor de avanzada edad a mi lado, yo me encontraba en el asiento que da hacia el pasillo y mi pareja en el que va hacia la ventana.
Me sentí un poco incómodo por la situación, como si fuera una presión indirecta donde otro, sin decir nada, esperaba que yo me deshiciera de “mi comodidad” para dársela a alguien “más necesitado” … En ese contexto le mencioné a mi pareja “oye, ¿bajémonos a esperar el siguiente metro? Porque me siento incómodo así” a lo que me respondió que NO, que estábamos un poco atrasados en nuestras actividades y que no deberíamos hacerlo.

M: ¿En qué pensabas en ese momento?

R: en que un señor esperaba la atención “del más joven” y yo encontrándome lesionado no era una situación agradable y que era cosa de tiempo en que apareciera un “SUPERMAN” desinteresado que fuera a la defensa del “desprotegido” y que yo tenía dos opciones: discutir con aquel “justiciero”, o pararme, quizás agravando mi lesión en mi pie derecho, pero con amplia aceptación moral sin que nadie me señalara con el dedo.

M: ¿Y qué sucedió?

R: Pasó un tiempo considerable, por lo que había más gente en el metro y había hasta abuelitas arriba… Yo era el hombre más joven que iba sentado, había una niña menor de edad sentada en el asiento preferencial (junto a su madre), pero todos me miraban con cara inquisidora.
Había mujeres jóvenes en otros asientos, y por no andar con un cartel que dijera mi condición física (aunque temporal) eran cómplices de un juicio social en silencio.

M: ¿Apareció el mencionado “SUPERMAN” al que te referías?

R: Si y no… no fue “SUPERMAN” sino que “SUPERGIRL”.
Empezó a levantar la voz diciendo “En este país ya no hay hombres” –como apelando a que es un gesto de virilidad cuasi testicular, pararse “por ser hombre” por los deseos y/o necesidades de una dama.
Luego dijo, “No hay caballeros en este país y las mujeres somos poco solidarias entre nosotras” y lo dijo mirando hacia mi pareja.
En ese momento no la había visto, sino que solo la había escuchado y justo se sentó una señora frente a mí y comencé a responder.

M: ¿Qué dijiste? ¿Y a quién?

R: La verdad no más… dije que era profesor de educación física, que el dinero no me alcanza y que tengo que salir a trabajar para juntar la cuota y que además estoy lesionado.
Se lo dije a la señora que tenía en frente, pensando que había sido ella quien había comentado, pero la reacción de la señora fue apuntar a la otra mujer (de mi edad aproximadamente) quien realmente había hablado.

M: ¿Qué pasó entonces?

R: Volví a repetir lo mismo, con la salvedad de que le dije “tu argumento es invasivo y anula la subjetividad y las particularidades, porque das todo por sentado”, automáticamente me dijo “no, si ahora todos tienen su punto de vista” y a raíz de eso, varios levantaron la voz.

M: ¿En qué dinámicas se desarrollaron los demás argumentos?

R: Habló una mujer indignada, de que los “jóvenes” somos abusadores, sin respeto a la autoridad ni a nadie… bueno eso lo decía por… ¿Recuerdas que al comienzo te mencione que había un viejito al lado mío?

M: Si, ¿Qué pasa con eso?

R: Que esa mujer cuando vio al viejito, en vez de pararse del asiento, se limó las uñas para no verlo ni ofrecerle nada, pero cuando levantó la voz, el mismo viejito saltó en mi defensa… yo me encontraba leyendo unos apuntes para la ayudantía así que él le dijo “deje tranquilo al cabro, el va estudiando, en cambio usted me vio y se empezó a limar las uñas para no mirarme”… “¿Bueno, y a usted que le importa lo que yo haga en mi tiempo libre?” Respondió la hasta entonces “solidaria con la tercera edad” …

M: ¿Pasó alguna cosa más grave?

R: No, pero al poco andar, la misma mujer que me trató de increpar, le dijo al pobre viejo que gente como ella estaban ahí para proteger a los adultos mayores y a las embarazadas, porque los hombres no son como antes… el viejo la interrumpió y le dijo: “Señorita, si usted hace algo por la tercera edad, ¿Usted va a las marchas contra las AFP? Porque los afectados somos los adultos mayores también”

M: Sorprendente la actitud del señor entonces.

R: Si… en ese momento alguien afirmó “aquí no vinimos a hacer política”, pero el abuelo respondió que “ésta es una situación política, donde queda claro que es fácil ser solidario con las cosas de los demás… cuando no depende de desprenderse de comodidades propias, sino las ajenas, donde nadie se opondrá a esas voces pseudo justicieras, que no se comprometen con nada… ¿quieren hacer algo bueno por la tercera edad? Opónganse y destruyan el sistema de pensiones… acá el muchacho debe tener razones poderosas para quedarse sentado… ¿que tiene usted mijo? –Me preguntó- “esguince grado 3” –respondí- ¿Lo ven? –Preguntó el viejo- no anda con un cartel que diga “no molestar, estoy lesionado”, “pero la misma gente sana completamente, con la oportunidad de ceder el asiento, señala a otros como los culpables de la falta de atención a la tercera edad”.
Dejé de prestar atención a la discusión y solo intervine para apoyar al señor en un par de oportunidades, pero al finalizar mi recorrido se bajó la mujer que me increpó –que más bien lo intentó-y me dijo: “Quería felicitarte, porque fuiste super educado para plantear tu situación y super respetuoso, solo quiero que entiendas también, que es una realidad de todos los días que los jóvenes (que ya no se qué significa esa palabra, algo como sirviente, culpable, vicioso a ratos, no se –pensaba dentro de mi-) no toman en cuenta a nadie e ignoran a los abuelos y las embarazadas… solo le dije que hay que modificar muchas cosas y que el viejo tenía razón… no cuesta nada señalar como culpable a quien estando señalado con el deber de entregar el asiento no lo haga, pero involucrarte lleva mucho más que eso, como luchar por sus justas reivindicaciones económicas… aquí terminó mi relato…. ¿Qué opinas tu?

M: Que contamos (como cultura) con cargas psíquicas incuestionables, pero son los escudos morales de aceptación masiva, pero que despliegan fuentes de poder –en el sentido de hacer algo forzadamente por voluntades ajenas- pero es una posición cómoda, donde el “poder” se ejerce contra “el más débil”, pero con estructuras que generan pobreza y marginalidad sobre los mismos afectados, esa misma masa superhéroe no se manifiesta ni participa… pésimo indicio en la vida cotidiana… gracias por ésta entrevista.

*El autor es CientistaPolítico, licenciado de la Universidad Academia Humanismo Cristiano