EL IMPERIO SE DEFIENDE

Por Carlos Romeo

No se trata de una nueva saga de la Guerra de las Galaxias. Esta es otra historia, en este caso real.

Hace ya mucho tiempo, durante los años cincuenta del siglo pasado, al Estado chileno no le quedaba más recurso que distribuir la limitada capacidad para importar del país otorgando licencias previas de importación de lo imprescindible para el funcionamiento de su economía y además gravar fuertemente las importaciones denominadas suntuarias, es decir prescindibles, entre ellas los automóviles que debían pagar un arancel del 200% de su valor de importación. Era una práctica no muy apreciada por los voceros del liberalismo económico, favorables a lo que se denominaba el libre comercio. Pero se trataba de un país económicamente subdesarrollado aunque con un relativo equilibrio político entre las distintas clases sociales. Para alguien que vivió esa etapa de la economía de Chile resulta ahora sorprendente de que los EE.UU., que era y según se dice aun es la más grande potencia económica del mundo, deba acudir a ese tipo de medidas para recuperar para su economía actividades que tuvo y que por las mismas leyes del mercado que se invocan como si fueran tan naturales como la fuerza de la gravedad, fueron trasladadas por parte de los capitalistas hacia otras regiones del mundo desde las cuales ahora deben importar lo que antes producían. El establecimiento de barreras aduanales protectoras por el Presidente Trump, partidario de la utilización de muros de contención en diversas áreas de la vida social, no solamente en la economía sino que también en materia de migraciones, nos hace pensar que no todo anda bien en un país que debe defenderse de la competencia comercial como un gato de espalda y dar como concluida esa etapa de su historia cuando pregonaban que ese país era un “melting pot”, o el local en donde se mezclaban los inmigrantes para fundirse y transformarse en la nacionalidad norteamericana, aunque hay que decir que nunca se consideraron como bienvenidos los que se caracterizaban por un color más bien oscuro de la piel.

Pero lo indicativo de que estamos viviendo una nueva etapa de la historia es que los EE.UU. erigen esas barreras económicas protectoras para defenderse de quienes fueron hasta ayer parte de la periferia subdesarrollada del mundo, China en particular, y hasta del Japón a quien le hicieron abrir sus puertos a las importaciones norteamericanas en 1852 por la amenaza de los cañones de la flota del comodoro Perry. Todo ello indica que si es cierto como dice el Presidente Trump de que “hay que volver a hacer grande a los EE.UU.”, la lógica permite concluir que ya no son tan grande como eran o como ellos piensan que deben ser. Un capítulo más a agregar a la historia del surgimiento y decadencia de los grandes imperios que ha conocido el mundo.

La Habana, marzo del 2018