¿CÓMO SE CONSTRUYE UN ENEMIGO?

Por Cristian Cottet

Algunos han dicho que existen dos dioses,
otros han empezado a creer en la Trinidad
y otros todavía se encuentran en el politeísmo.
(Abu Al’Ala Al-Maududi; Los principios del Islam)

Ese once de septiembre lo comenzamos lento. No era claro si debíamos temer desordenes nocturnos o una marcha que de una vez por todas mostrara la necesidad y requerimiento de otro tipo de tratamiento a quienes produjeron ese dolor. De todas formas, no por ser once de septiembre quedó alguien en su casa, igual debíase salir. Era cerca de las diez cuando comenzó a correr la noticia como fuego en pastizal.

El asunto iba desde que un avión chocó con una torre hasta que todavía existían cinco aviones buscando donde tirarse. Desorden y contradicción en las comunicaciones. Al aire salían escenas contradictorias, no existía una versión oficial, y la opinión pública comenzó a construir de manera artesanal, espontánea y absoluta su propia versión de los hechos. Los responsables son los narcotraficantes colombianos, los árabes y los judíos. Aquí comienza la Tercera Guerra Mundial. El mundo no será el mismo. Por fin les toca a los gringos saber como es la cosa. Murieron cerca de veinte mil personas y todavía faltan los del Pentágono.

La “versión oficial” no llegaba. El Presidente de Estados Unidos no aparecía. Las transmisiones de CNN tampoco ayudaban al reordenamiento y la “opinión pública” continuaba con su propia y múltiple verdad. ¿Cuándo fue que llegamos a tener una sola y exclusiva verdad? ¿Cómo fue que llegamos a establecer El Islam como el enemigo de la Humanidad?

No tardó mucho la “voz oficial” en imponerse y rápidamente comenzamos a reconocer que poseíamos un enemigo y que ese enemigo estaba protegido por algún país o que debían ser castigados tanto el enemigo como sus protectores. En este punto aún el enemigo es hipotético y el concepto que comienza a ponerle rostro es el de “terrorista”, por lo que ahora el enemigo es un terrorista. ¿Terrorista comunista? ¿Narcoterrorista? Faltaban pistas para que se construyera esa requerida “opinión pública” que respaldaría cualquier medida contra los responsables de este atentado. Nótese que hasta ese momento se guardaba la distancia entre responsable y culpable, términos que recién cobraban energías pasadas a un par de semanas de los atentados.

Por razones que desconocemos y en un momento que es difícil precisar, aparece Osama bin Laden. Ahora el enemigo posee rostro, nombre, religión y se encuentra en un país que le protege. Demasiadas verdades para tan poco tiempo. Ya no era Ho Chi Ming, ni Fidel Castro, ni Viet-Nam, ni Cuba, ni el socialismo, ni Corea del Norte. Ya no era Muammar El Gadhafi el enemigo, al cual ya le habían muerto una hija en bombardeos norteamericanos contra la capital de Libia, entonces ya no era Libia, ya no era la Tercera Teoría Universal, resumida en El libro Verde. Ahora es Osama bin Laden el enemigo y otrora Afganistán el país responsable del “ataque”. El Islam fue la doctrina demoniaca y África el botín de guerra.

En este contexto, ¿qué es El Islam?

“La palabra islam proviene de la cuarta forma verbal de la raíz slm: aslama, someterse, y significa sumisión (a Dios); muslim -de donde se deriva la palabra castellana ‘musulmán’- es el participio activo de esa misma forma verbal: (aquel) que se somete (a Dios).(1) El asunto ahora es que el enemigo resulta ser una religión que instala toda su cosmovisión en Dios y desde Él se proyecta en todos los ámbitos de la vida humana: gobierno, familia, vida personal, etc. y que, por agregado, está en guerra con los Estados Unidos y de pasada con el resto de “mundo mundial”.

Desde este punto de referencia, existe una opinión pública uniforme y nadie, ni el más antinorteamericano, puede dudarlo. Se ha dicho que esto se encuentra refrendado por pruebas, las cuales pocos conocen y por lo tanto debemos creer. Se ha dicho que Osama bin Laden reconoció la autoría de los atentados y para esto se muestran videos en los cuales en ninguna parte el hombre reconoce nada que no sean meras amenazas de lo que sucederá. Se ha dicho que los musulmanes oprimen y vejan a las mujeres, sin siquiera preguntarle a las mujeres musulmanes si se consideran vejadas. Se ha dicho que El Islam más que prohíbe permite, pero no se dice nada de religiones como los Testigos de Jehová que prohíben hasta el café, las transfusiones de sangre y la sumisión de la mujer.

Se ha endemoniado el Islam para tener un enemigo. Y no se dice, más que en pequeños artículos, que esta religión reconoce toda la tradición cristiana y judía como parte de su historia y que les diferencia del cristianismo en que, mientras el cristianismo instala a Jesús como hijo de Dios resucitado, el islamismo lo hace con el libro revelado, el Corán. Que Mahoma no es más que un profeta y no Dios. En resumen, que tanto el cristianismo como el judaísmo y el islamismo, así como otras religiones de menor relevancia, son parte de un mismo tronco epistemológico, distanciándoles más razones políticas-históricas que el acercamiento mágico a la realidad.

Hoy el islamismo representa más de 1.200 millones de personas, de los cuales cerca del 20% son árabes y carece de jerarquía universal. El ser humano se relaciona directamente con Dios, si bien existen doctores de la ley y jueces; casi el 70% de los musulmanes se encuentran en Asia; reconocen en Jesús uno de los grandes profetas que Allah envió, junto a Moisés, David y Mahoma, el cual recibió la palabra sagrada del Arcángel Gabriel.

Visto así, ¿quién es el terrorista que derrumbó las torres gemelas? ¿Para qué instalar un enemigo cósmico si el objetivo es África como resguardo estratégico de recursos alimenticios y de diversas energías venidas de la naturaleza de este continente?

Poco a poco, silencioso y encubierto el enemigo devela al que nos amenaza desde una oscuridad virtual. El enemigo como sujeto cada vez más presente en las sociedades occidentales regula y ordena las categorías que occidente impone. El miedo es una potente herramienta que define y determina la vida cotidiana de los “demócratas”. Osama bin Laden ya no es portada del Time, ni de El Mercurio. A estas alturas del juego, esto ya no es importante. El enemigo está en el silencio invisible.

Son los tiempos de cuidarnos del vecino.

(1) Elialde, Mircea y Couliano, Joan; Diccionario de las religiones; Paidos; 1994; pps.185 – 203