¿ESTÁ CHILE EN RECESIÓN?

Por Hugo Fazio

Analizaré la pregunta sobre el tema que nos reúne desde tres ángulos. Primero me referiré a conceptos de recesión en plural, dado que no existe una definición única. La más utilizada es aquella que sostiene que se produce cuando una economía cae durante dos trimestres consecutivos en cifras anualizadas. Es lo que se ha dado en llamar recesión técnica, el cual es un momento de caída en la actividad económica por un tiempo prolongado que constituye un momento sin duda recesivo. Pero, deja fuera múltiples situaciones sin aclarar. Por ejemplo, ¿si no experimenta dos trimestres consecutivos con cifras negativas sino ellos se alternan con momentos positivos no está esa economía en recesión, aunque su evolución pueda ser más negativa que si lo hace por dos trimestres?

En segundo lugar quiero detenerme en otras situaciones que ameritan el uso del término recesión y finalmente, en cómo actuar de darse esta realidad económica, con todos los efectos sociales negativos que conlleva.

En mi opinión los estudios más precisos sobre recesión los realiza la Oficina Nacional de Investigación Económica (ONIE) de EEUU, que es un ente privado pero reconocido como la máxima autoridad en la materia. ¿Cómo la define? Nos dice que “es un período de declinación en el producto total, el ingreso (que no es lo mismo que el producto, uno es la producción física de bienes y servicios y el otro es la retribución que se obtiene en la actividad productiva), el empleo y el comercio, que por lo común dura de seis meses a un año y que se caracteriza por contracciones generalizadas en múltiples sectores de la economía”. De esta definición quiero destacar algunos rasgos. Primero, no lo analiza solo a partir del producto (que si lo hace la llamada recesión técnica). Segundo, estima una cierta duración de las cifras negativas (que coincide en su parte más baja con el lapso de la recesión técnica). Tercero, tiene “contracciones generalizadas en múltiples sectores”. Con dos características adicionales, a mi juicio muy importantes. Primera característica: ubica el inicio y su término es un mes preciso. Su última recesión se inicia en diciembre de 2007 (medio año después del estallido de la burbuja inmobiliaria, que se considera habitualmente como el factor desencadenante de su estallido). El dato se hizo público justo un año después: en diciembre de 2008. Su término lo estableció en julio de 2009, duró diez y nueve meses. Segunda característica: entrega su veredicto cuando ya tiene datos definitivos de todas las variables que utiliza. Por ejemplo, en EEUU se entregan tres cifras del producto en un espacio de más o menos dos meses y ellas experimentan permanentemente variaciones porque han ido apareciendo antecedentes nuevos. Se usa obviamente la cifra final.

En el Chile actual ni el producto ni el ingreso han caído seis meses consecutivos. El Imacec (que es una aproximación bastante cercano al dato final que hace trimestralmente el Banco Central del producto, en base a un alto porcentaje de los datos finales que utiliza el PIB), tiene registrado en los datos publicados hasta ahora solo un mes negativo: octubre de 2016, -0,4% en relación al mismo mes del año anterior. Todo indica que ello volvió a repetirse en febrero, por el ritmo general que tiene la economía, la huelga de Minera Escondida a partir de 9 de febrero, que según los cálculos del producto efectuados por Cochilco significó un impacto negativo de un punto en ese mes, además de haber sido 2016 un año bisiesto con un día hábil más. Aumentan quienes proyectan que el trimestre en curso será negativo, como el Departamento de Estudios del BBVA Research. Hasta ahora, transcurrida la mitad de marzo la huelga de Minera Escondida sigue. A ello se suma la huelga de Grasberg, en Indonesia, la segunda explotación más grande a nivel mundial, controlada por la norteamericana Freeport-McMoRan, que no aparece tampoco con una solución cercana, incidiendo en la reducción de la oferta global de cobre.

Sobre ello quiero hacer un paréntesis importante por el tema planteado, ya que nos lleva a un asunto de fondo. El gobierno de dicho país exige que “las empresas mineras extranjeras –señaló Financial Times- sustituyan sus contratos actuales (…) que podrían implicar más pagos de regalías a Yakarta y la venta de un 51% de participación de sus activos a los propietarios locales. Hasta que no lo hagan, las firmas no tienen permitido exportar mineral sin procesar, o en el caso de Freeport concentrados de cobre de Grasberg, la joya de la corona en la cartera de la compañía (…)”. La paralización de sus exportaciones se inició el 12 de enero, lleva más de dos meses, y se proyecta su duración por un tiempo prolongado.

En el proceso vivido en nuestro país por la actividad económica no se ha dado hasta ahora la caída continuada con cifras negativas de la definición de la O.N.I.E. de E.E.UU. para considerar que se registra una recesión.

Lo que sí se ha producido es una larga caída en sectores fundamentales de la actividad económica. La reducción de la inversión minera a nivel global se arrastra desde mediados de 2013 y nos acercamos a los cuatro años. La formación bruta de capital fijo, en otras palabras la inversión propiamente productiva, desciende ininterrumpidamente según las cifras oficiales durante tres años. En estricto rigor la caída comenzó también en el segundo semestre de 2013. Uno de sus componentes, la construcción, que parte de este período se mantuvo alta por facilidades que le concedió la reforma tributaria por la misma razón se mueve ahora en el sentido inverso, ya que debe cancelar el IVA que condujo a adelantar las adquisiciones y que contribuyó en ese momento a que el nivel de la actividad fuese superior. La producción industrial manufacturera también tiene un deterioro prolongado. En enero volvió a descender un 3,8% con relación al mismo mes de 2016, a pesar que hubo un día más trabajado. Las ventas se redujeron todavía más, 4,6%, incidiendo también en ello la recesión vivida en promedio durante 2016 en América Latina y que adquirió por dos años consecutivos expresiones sin precedentes en Brasil. De nueve divisiones del indicador industrial solo una en enero no tuvo cifras negativas o una variación nula. Lo mismo acontece con el trabajo asalariado, como proporción de la población de 16 años y más de acuerdo a las cada vez más completas cifras que nos proporciona mensualmente el Imacei-Cenda, que los invito a tenerlas en cuenta para analizar la realidad y también el curso de los hechos. El informe nos dice que desde septiembre se produce la contracción total de la población asalariada como porcentaje de la población de 16 años y más, tanto hombres como mujeres, que activa una señal de alerta recesiva.

¿Cómo podemos denominar entonces a esta fase del ciclo económico?

Primero hablé de estancamiento, que es ahora aún la terminología que muchos utilizan, pero en este caso realmente no existe estancamiento si consideramos desde el año pasado hasta ahora, ya que el descenso en 2016 se profundizó llegando solo a crecer 0,5% en octubre-diciembre y está la duda si en el trimestre en curso será una cifra aún menor. O sea, se produjo un agudizamiento en el nivel de baja actividad económica.

En las escuelas de temporada del Cenda y en nuestras Cartas Económicas Semanales y Resúmenes Económicos Trimestrales hemos hablado de recesión en crecimiento (lo cual obliga a no identificar necesariamente la palabra recesión con cifras bajo cero de actividad económica). Este término lo usó en la década de los setenta del siglo pasado la O.N.I.E. de EEUU cuando en el primer trimestre de ese año se registró una cifra negativa, pero no se produjo un segundo trimestre similar, pero si varios meses que descendían en doce meses. Entonces habló de recesión en crecimiento.

Posteriormente, en la etapa de bajo crecimiento en que entró la economía japonesa en la década de los noventa, luego del estallido de sus burbujas bursátil e inmobiliaria que perdura hasta nuestros días, con una sucesión de momentos de caída en la actividad económica y débiles recuperaciones, el premio Nobel Paul Krugman utilizó esta misma denominación para resumir lo que estaba aconteciendo hasta fines de los noventa. La recesión en crecimiento acontece –escribió en su libro titulado De vuelta a la Economía de la Gran Depresión¬- “cuando una economía crece, pero no lo suficientemente rápido para hacer uso del incremento de su capacidad, de tal manera que cada vez un mayor número de sus máquinas y trabajadores están parados”. Agregando en ese momento, repito a fines de la década de los noventa: “Japón (…) esencialmente ha experimentado una recesión en crecimiento de ocho años (…) ello se aproxima a un nuevo fenómeno: depresión en crecimiento”. Es lo que hoy casi dos décadas después el primer ministro nipón, Shinzo Abe, sigue esforzándose por superar sin éxito.

Si se acumulan factores productivos sin utilizar o se crece en empleo precario, como acontece en el mercado laboral chileno, hay un desperdicio de recursos creados. Si eso se produce por períodos largos y el aparato productivo no es capaz de generar los empleos necesarios, se produce una pérdida muy elevada de producción factible de proporcionar que puede ser incluso mayor al de un crecimiento negativo por un período más corto.
Ello es precisamente lo que ha acontecido en la economía chilena desde el último trimestre de 2013. Si lo ponemos en números, el Banco Central y el ministerio de Hacienda calculan que el crecimiento anual de los factores productivos (capital, trabajo y recursos naturales es a lo menos anualmente de 3%. El FMI en su último informe sobre Chile lo cifró en 2,8%.

Pues bien, desde entonces, la economía nunca creció más de 2,7% al igual que en octubre-diciembre de 2013, con dos momentos particularmente bajos: el tercer trimestres de 2014 (0,9%) y el cuarto del año pasado (0,5%), al cual con seguridad habrá que agregar el trimestre en curso. Las señales de alerta del Imacei-Cenda muestran esta realidad.

¿Qué hacer frente a este bajo nivel de crecimiento que dura ya tanto tiempo y cuya baja se ha profundizado durante el último medio año? La respuesta de texto es que el país requiere de políticas anticíclicas. Ellas debe implementarlas el Estado. Las expresiones más usuales de políticas anticíclicas son las fiscales, monetarias y cambiarias. ¿Cómo se está actuando en estos espacios? ¿Cómo reaccionan frente a la realidad que se vive dos figuras centrales del aparato económico del Estado, el ministro de Hacienda y el presidente del Banco Central? Ambos hablaron profusamente la semana pasada en “reuniones privadas” con el udista ILD y en un panel de la Sofofa con la también udista Universidad del Desarrollo.

Valdés comenzó por considerar “una buena noticia” el Imacec de enero, que muestra la continuidad de la situación de recesión en crecimiento. Lo hizo efectuando una comparación con la cifra negativa de octubre cuando cualquier análisis serio debe tener en cuenta periodos más largos. Más aún cuando Mario Marcel constataba al mismo tiempo que “el primer trimestre de 2017 (…) no será mejor que el último de 2016”. Luego, Valdés sostuvo que se habría “sorteado el proceso de desaceleración de estos años” sin un efecto significativo en el desempleo, cuando lo que crece es el trabajo precario y se contrae –como nos muestra el indicador Imacei – Cenda – el trabajo asalariado. En entrevista de prensa publicada en el diario La Tercera del domingo 12 de marzo Valdés afirmó que la tasa de desempleo “no ha sido una piedra grande en el zapato, básicamente porque (lo subrayo) la contención salarial que hemos logrado en este ciclo económico ha sido coherente con que el desempleo suba menos”. “Hemos logrado – agregó ayer interviniendo ante la comisión de Trabajo de la Cámara – distribuir entre todos el menor crecimiento ya que no es lo mismo tener un menor crecimiento con altos salarios y un alto desempleo”. El “entre todos” deja de lado a grandes intereses económico en cambio se ajustan los ingresos de los trabajadores.

Ahora bien, en lo relativo a la política fiscal, – que es de su iniciativa directa – no extrajo enseñanzas de que el Imacec de enero no fue menor porque creció el gasto público. Al contrario reiteró su política de ajuste fiscal, manifestando: “No vamos a gastar más por el alza del cobre ni menos por el menor crecimiento de la economía”. En otras palabras, el responsable de la política fiscal se resiste a adoptar medidas anticíclicas.

Por su parte, Marcel hizo un llamado con sentido de urgencia a favor del crecimiento económico. Pero, la instancia que dirige no tiene política cambiaria y una posible rebaja de la tasa de interés la visualizó textualmente por “el riesgo de una inflación que se queda debajo de la meta (de 3%, en febrero se aproximó al 2%), no porque la economía crezca poco”. Uno de los factores deflacionarios existentes fundamentales es precisamente el bajo nivel de la actividad económica. El nivel de inflación no es el problema actual de la economía chilena, ni mundial, sino el bajo nivel de crecimiento. En cuanto al tipo de cambio nominal, Marcel puso como ejemplo, que ha “ayudado” al sector exportador a tener mejores retornos en pesos. Pero, su evolución la determina el mercado, no es una consecuencia de políticas. En consecuencia no se actúa para garantizar un nivel determinado. Es extraordinariamente volátil, lo que crea incertidumbres en el sector productivo. La “contención salarial” en un momento de bajo crecimiento es sin duda una concepción regresiva, pero además no es lo que el país requiere ya que actúa en sentido contrario al problema central de recuperar la demanda agregada. Valdés incluso a este respecto sostuvo que el “tipo de cambio es una guía en este desarrollo exportador que requiere atención” ¿Ello se logra, hay que preguntarse, dejando su determinación al mercado?

La evolución cíclica de la economía enseña que las recesiones, cualquiera sea la fórmula con que la definamos, no son eternas. Sus costos tampoco son iguales, mucho depende de cómo se enfrente o no se haga. “(…) la prueba a la que debe someterse una política económica- escribe el premio Nobel Joseph Stiglitz en su último libro – no consiste en si al final hubo una recuperación. (…) todas, o casi todas, las economías se recobran de una crisis. (…) su éxito se juzga por lo profunda y prolongada que es la crisis antes de que comience la recuperación, cuánto sufrimiento produce y cuántas consecuencias genera en el comportamiento económico futuro. El gran triunfo de la economía keynesiana –recalcó- es que permitía crisis mucho más breves, y expansiones mucho más largas, que hasta entonces”. (1)

La recesión en crecimiento, que puede llegar a momentos aún más difíciles, dura ya tres años y medio. Es un tiempo muy prolongado. Su costo es muy alto. Su fin aún no se divisa. La Encuesta de Expectativas Empresariales del Banco Central del mes de marzo estimó para el crecimiento del producto en el presente año un 1,8%, bajándola en una décima con relación a su estimación del mes anterior, considerando un incremento en el primer trimestre de 0,9%, que por el momento no se visualiza. Menos aun cuando en Minera Escondida no existan conversaciones. Los trabajadores ayer rechazaron la carta de la empresa proponiendo reanudar las negociaciones al reiterar en lo fundamental propuestas de reducción en beneficios y hacer diferenciaciones entre trabajadores actuales y futuros. Por tanto, la huelga va a durar en cualquier circunstancia prácticamente durante todo marzo. En consecuencia crecen las proyecciones hablando de un trimestre negativo.

Ahora bien, cuántos son los “sufrimientos producidos” hay datos que ya pueden darse y otras que deben calcularse. Así como su impacto a futuro, que en una economía como la chilena, pequeña y extraordinariamente abierta, como ya lo hemos señalado muchas veces, depende mucho de lo que acontezca a nivel global. Desde luego, la recesión en crecimiento en no poca medida es una consecuencia de dicha evolución, que en estos años el FMI la denominó de “nueva mediocridad” y otros autores, entre ellos el propio Stiglitz, de “estancamiento secular global”. Lo más criticable de todo es sin duda que no se enfrente.
Marzo 15 del 2017.

(1) Joseph Stiglitz, El euro. Cómo la moneda amenaza el futuro de Europa, Taurus, 2016, págs. 85-86.

Intervención en el Panel del mismo nombre realizado en el Centro de Estudios Nacionales  de Desarrollo Alternativo, CENDA.