¿POR FIN LA CASA DE LA RISA?

Estimadas(os) compañeras y compañeras:

1.- El Golpe de Estado de 1973 y la posterior persecución y encarcelamiento son un signo de las atrocidades que puede cometer contra los pobres el capitalismo desenfrenado. La muerte en combate de nuestro Presidente Salvador Allende, es un ejemplo que pocas veces se ha repetido. Pocos son los que pueden repetir como loros la mentada frase que tanto dolor causó: “Yo no sabía”. Frase transformada en consigna por quienes no quisieron ver o simplemente no se arriesgaron a luchar contra la matanza que se nos vino encima.
La verdad está en el hecho de que no nos dejaron espacio para otra cosa que no sea tomar las armas y defendernos.

2.- Desde hace un año un grupo de sobrevivientes del Cuartel Borgoño hemos marcado nuestra presencia en busca de una verdad, en busca también de una señal de sanidad desde parte del Estado chileno. Para ello hemos preparado material gráfico que convoca a nuestras reuniones semanales de los viernes frente al cuartel.
Hasta hoy el afiche de convocatoria ha sido un claro y efectivo instrumento de reunión, material gráfico preparado por el compañero Antonio Kadima, sin que nunca tuviéramos molestia o incomodidad de sus contenidos.

3.- Esta lógica o rutina se ha visto interrumpida con el cartel de convocatoria de fecha 19 de mayo de 2017 donde se lee: “POR FIN. LA CASA DE LA RISA”, texto que lleva a interpretarlo como una alegoría de las torturas, maltratos, violaciones, desapariciones y muerte de compañeros que luchaban por terminar con esas prácticas. Cada una de las palabras que ese texto daña la memoria, se burla de lo sucedido, se instala como una siniestra mueca a la Resistencia contra la dictadura.
Todos los lugares y espacios de tortura eran espacios gobernados (principalmente) por funcionarios de las Fuerzas Armadas y Carabineros, además de civiles, muchas veces los más entusiastas a la hora de torturar.

4.- Considerando sólo Santiago, muchos cuarteles llevaban nombres que buscaban distraer las direcciones y miembros de estos espacios de tortura y muerte. Así, “Londres 38” en verdad era el Cuartel Yucatán, “José Domingo Cañas” era el Cuartel Ollagüe, Irán 3037 era la “Venda Sexy” o “La Discoteque”.

El centro de detención y tortura conocido como el “Palacio de la Risa” estaba ubicado en Avenida Ramón Picarte Nº 1451, en la ciudad de Valdivia, y funcionó entre septiembre de 1973 y el año 1975. Este centro de tortura era el Cuartel del Servicio de Inteligencia Militar (SIM) en Valdivia. Los detenidos provenían de la ciudad de Valdivia y de otras comunas de la provincia. Unos permanecían vendados y amarrados y otros en calabozos sin alimento ni agua. Luego, la mayoría era trasladada a otros centros de reclusión, principalmente a la cárcel. Los testimonios dieron cuenta de diversos tormentos físicos y psicológicos. Sufrieron golpes, aplicación de electricidad, amenazas, simulacros de fusilamiento, colgamientos y el submarino. Prácticas que, en verdad, fueron ejercidas en todo Chile.

5.- Es necesario aclarar que, en la lógica de los servicios de represión, el nombre “Palacio de la Risa” o “Casa de la Risa” se aplicó también a casas de tortura en Santiago, Punta Arenas o el buque “La Esmeralda”, cuestión que distrae y confunde, por lo que me ha sido difícil determinar el origen primero de este siniestro sitio de tortura.

6.- Yo, Cristian Cottet, soy uno de los miles que fuimos torturados en alguna de esas “casas” y es la razón por la que he estado marcando ese dolor cada viernes frente al Cuartel Borgoño (también conocida como “Casa de la Risa”) y es la razón por qué, desde mi experiencia, me violenta que se emplee ese mismo nombre a una acción de denuncia y rechazo bajo la excusa de ser una “obra de arte”. No hay excusa ni olvido, sobre todo que estos argumentos ya los sociabilicé en el Comité de Recuperación del Cuartel Borgoño, espacio que es tanto mío como de todos y todas los que participamos, sin que se produzca cambio alguno en el diseño del mentado cartel de convocatoria.

Compañeras y compañeros, somos sobreviviente que observamos con estupor la desgracia que nos acompaña en nuestras conciencias. Podemos reconocer que nos hemos equivocado más de una vez, pero no podemos soportar la burla y el escarnio bajo la excusa de un “arte” que enajena, olvida y se abandona a la indiferencia. Nuestros dolores no se prestan para jugarretas verbales que se confunden fácilmente con la ignorancia política y el olvido.
Cristian Cottet