BANCO CENTRAL REDUCE FUERTEMENTE ESTIMACIÓN DE CRECIMIENTO

El informe de política monetaria (IPoM) de septiembre redujo en 0,625 puntos porcentuales la estimación de crecimiento del producto promedio para el presente año. La disminuyó de 2,25% a 2,75%, cuando tres meses antes la había cifrado entre 2,75% a 3,5%. Su promedio fue de 2,5%, muy por debajo de la última proyección del ministerio de Hacienda, de 3,2%, e incluso de las modificaciones a la baja del propio Sebastián Piñera. Esta cifra es muy inferior a la prevista hace un año atrás cuando estimó el crecimiento de 2019 entre 3,25% y 4,25%, con un promedio de 3,75%, que fue disminuyendo en todos sus informes posteriores.

El factor principal con que se explicó esta fuerte reducción fue la guerra comercial, a la cual el informe dedicó un amplio espacio previendo que sus efectos “serían mayores en adelante”. Descartando, eso sí, taxativamente la posibilidad de una recesión mundial. “El escenario base involucra –señaló- un empeoramiento de las condiciones externas, no de recesión mundial” (05/09/19). Afirmación que no fundamenta en momentos que crecen señales en la dirección contraria y resulta contradictorio con lo que consideró central para construir su escenario base.

Ella obviamente debe repercutir en las exportaciones, las cuales estimó que en el año descenderían en 1,3%, cuando en junio había proyectado un incremento de 1,3%, afectando a la evolución de la paridad cambiaria al reducir la oferta prevista de divisas. Sin embargo, se insiste en mantener su evolución a lo que resuelva el mercado. La devaluación registrada su presidente, Mario Marcel, la explica fundamentalmente como una consecuencia de la apreciación global del dólar. Por su parte, las importaciones llegarían a US$66.500 millones, dándose un balance comercial positivo de US$4.400 millones. Las adquisiciones en el exterior dependen de la demanda interna y, en parte, también de la evolución del tipo de cambio.

Desde luego los indicadores internos revelan también, en general, la caída de la actividad económica. El incremento de la demanda interna en el año la redujo de 2,9% a 2,4% y el consumo total de 2,1% a 2,7%. En cuanto a la inversión fue disminuida de 4,5% a 4%. En marzo se hablaba de 6%. “En el gasto -señaló- destacó el menor crecimiento del consumo privado (…). Ello, en un contexto en que las expectativas de los consumidores se han deteriorado respecto de principios de año y en que el empleo asalariado privado mostró un menor dinamismo”.

Un indicador muy elocuente del estado de ánimo de la población lo constituye el Índice de Percepción Económica (IPEC) que publica mensualmente GfK Adimark. Su informe de agosto, conocido simultáneamente con el IPOM, confirmó el alto nivel de pesimismo imperante. Por decimotercer mes consecutivo, es decir desde mediados de 2018 cuando se inició una nueva etapa de desaceleración económica y se vino al suelo la afirmación de que con el gobierno de Sebastián Piñera venían “tiempos mejores”, la percepción es de pesimismo. “El registro en agosto -resumió Max Purcell, su gerente general- se mantiene en la zona crítica en que ha estado desde agosto de 2018. Sin embargo –agregó-, en el mismo mes la tendencia fue negativa si se analizan solo los resultados de las encuestas realizadas en las últimas semanas del mes, este indicador estaría en 27,6 puntos, con lo cual podríamos decir que la economía de Chile ‘no pasó’ “agosto”.

El indicador establece la zona de pesimismo bajo los cincuenta puntos. El promedio de agosto fue de solo 39,4 puntos, con la característica muy significativa de que el segmento que más descendió fue el ABC1, es decir las capas de la población de mayores ingresos, al reducirse en 5.8 puntos. Desde luego, el nivel de pesimismo más acentuado se produce en los segmentos D y E, los de menores ingresos, que descendieron a 37,6 puntos.

El Banco Central, el día anterior a entregar el IPoM, volvió a rebajar la tasa de interés de política monetaria (TPM) en medio punto, llevándola a un 2% anual nominal, su nivel más reducido desde agosto de 2010, y siendo el segundo país en que más se ha acotado en el curso del año, solo superado por India. Dado que la inflación en doce meses a agosto se encuentra en 2,3%, pasó a establecer un nivel real negativo. En su comunicado la decisión fue argumentada en el “empeoramiento” del escenario externo, a causa del “recrudecimiento” de la guerra comercial “con impacto en otras economías integradas en las cadenas de valor y los mercados financieros” y los factores de incertidumbre que genera. Se suma a la mayor “probabilidad de una salida no negociada del Reino Unido de la Unión Europea, diversos riesgos geopolíticos y un severo deterioro de la situación Argentina”.

Igualmente tuvo en cuenta que durante el segundo trimestre el producto y la demanda interna “crecieron por debajo de lo esperado”. Aunque, como siempre, la fundamentación la entregó considerando la evolución de la inflación, la cual expresó “tomará más tiempo” de lo previsto, para acercarse a la meta del 3% “lo que hace necesario un mayor estímulo monetario”.

El ministro de Hacienda, Felipe Larraín, manifestó que la determinación tomada por el instituto emisor es “ciertamente un estímulo a la economía chilena”. Es claro, no se pregunta por qué manteniendo permanentemente medidas de estímulo monetario, particularmente en el lapso de desaceleración económica, su materialización ha coincidido con un permanente proceso de reducción en los niveles de actividad. La explicación reside en que durante lapsos recesivos o de bajo nivel de la actividad económica, como indican los hechos, tiende a tener un impacto marginal. Se confirma así la formulación keynesiana de la asimetría de las políticas monetarias, cuyo efecto se expresa claramente en las fases de auge económico y no en periodos como los actuales. Es, por lo demás, lo que acontece a nivel global.

A su turno, Mario Marcel en el IPOM valoró el que las autoridades estén respondiendo con prontitud a cambios en el escenario económico, refiriéndose a las medidas fiscales adoptadas, las cuales son absolutamente insuficientes, dado que se encuentran limitadas al privilegiar la reducción del déficit estructural, decisión que es lo primero que se debería haber abandonado, poniendo el acento en aumentar la inversión pública.

El bajo nivel de actividad se ubica en el contexto de lo que acontece en la región. Durante 2019, una vez más, América Latina está registrando un reducido crecimiento por debajo de los niveles globales y particularmente de países emergentes en otras zonas del mundo. En la segunda mitad de la década el incremento del producto fue de solo 0,66%. Entre los años 2000 y 2016 este incremento fue de 2,8%, mientras otras 56 economías emergentes, de acuerdo a cifras de McKinsey Global Institute, lo hicieron en 4,8%. De otra parte, este reducido aumento se produjo básicamente por un incremento de la fuerza laboral, siendo el incremento de la productividad apenas la cuarta parte de la experimentada en las ya señaladas 56 economías emergentes.

Todo ello conduce a que el peso de América Latina en la economía mundial se haya reducido, aprovechando escasamente los lapsos de auge en las cotizaciones de las materias primas y el largo período de financiamiento a nivel global con un costo reducido. “Latinoamérica se está volviendo relativamente más pobre con cada año que pasa –resumió The Wall Street Journal- en comparación con el resto del mundo. Antes de la Segunda Guerra Mundial –concluyó-, el ingreso promedio de Latinoamérica era aproximadamente el 40% de EEUU, a la par con el sur de Europa y más del doble del sudeste de Asia. Hoy en día, el ingreso promedio latinoamericano ha caído por debajo del 30% del promedio de EEUU. El del sur de Europa ha crecido por sobre el 50% y del sudeste de Asia ha subido aproximadamente en 45%”.

La guerra comercial se manifestó en la cotización internacional descendente del cobre. Una demostración de ello se expresó en el resultado del primer semestre de Codelco, agravado por la caída en las leyes de los yacimientos, las lluvias del norte en febrero y la paralización de Chuquicamata. La producción descendió en 103.000 toneladas, desde 813.000 s 710.000 toneladas y los excedentes se redujeron de US$1.235 millones a US$318 millones, como consecuencia principalmente, explicó Nelson Pizarro en su despedida del cargo de presidente ejecutivo, de la reducción en la cotización influida por la guerra comercial.

La situación de Argentina ha afectado los resultados de empresas con capitales chilenos en ese país. Pero ello se agravó después de las primarias del 11 de agosto1. Decisiones adoptadas por el gobierno de Mauricio Macri al finalizar el mes significaron, al decir de Alberto Fernández, el más probable vencedor en las elecciones presidenciales de octubre, que el país está en “una suspensión de pagos virtual, y oculta. No hay quien quiera comprar deuda argentina y no hay quien pueda pagarla”. Calificando al FMI como “corresponsable” del escenario creado. Las reservas internacionales disminuyeron durante agosto en US$13.793 millones hasta los US$54.098 millones, de los cuales una cantidad significativa el Banco Central utilizó para intervenir abiertamente en el mercado cambiario.

El Premio Nobel de Economía, Paul Krugman, por Twitter, puso énfasis en que la gestión de Mauricio Macri y el FMI son los responsables principales del desastre económico. “Esto es –subrayó- increíblemente cercano al guión de 1998-2001, sin ley de convertibilidad, pero errores de políticas similares y la misma autorización del FMI para cometer esos errores”.

Mientras tanto, el directorio del Fondo Monetario se reunía el 30 de agosto de manera informal para “evaluar la nueva situación”. Y el lunes 3 de septiembre en un comunicado público declaró encontrarse “analizando los detalles de las medidas”, afirmando que continuaría “al lado de Argentina durante estos tiempos desafiantes”. Pero no haciendo mención del desembolso previsto por US$5.400 millones, que según versiones de la reunión algunos de sus participantes plantearon que debería retrasarse hasta después de las elecciones del 27 de octubre. A la vez el Banco Central establecía que las entidades financieras para enviar remesas a sus casas matrices deberán solicitar autorización.

Pero el deterioro era tan grave que el domingo primero de septiembre Mauricio Macri firmó un Decreto de Necesidad y Urgencia (DNU) que restringió aún más las operaciones cambiarias. A la limitación establecida a los bancos para remesar utilidades al exterior, añadió a las empresas. Al mismo tiempo, estableció la obligación a los exportadores de liquidar en el país sus ingresos en moneda extranjera, cinco días hábiles después del cobro o 180 días después de permitido el embarque. Limitó a US$10.000 mensuales la adquisición de divisas y autorizó a los tenedores de deuda pública con vencimiento fuera de límites a entregar dichos títulos para cancelar obligaciones de la seguridad social.

Ello cuando los depósitos en dólares del sistema financiero habían descendido en US$5.000 millones desde los US$35.000 millones que tenían en los días previos a la primaria del 11 de agosto. Estos recursos en un monto importante fueron trasladados a cuentas en EE. UU. “Los que venían mandando dinero afuera –explicó Daniela Wechselblatt de DW Global Investments- eran los que tenían sus divisas en cajas de ahorro, y los que rescataron fondos y lo pasaron a dólares (…). Hay quienes se apresuraron a girar los fondos que tienen, por miedo que en algún momento se venga algún tipo de restricción”.

El Banco Central, para enfrentar la presión devaluatoria del peso argentino, expresado en una gran demanda por dólares, modificó su accionar de efectuar subastas de la divisa estadounidense, procediendo a proporcionar a los bancos privados voluminosas remesas de ella para posibilitarles a sus clientes el retiro o las operaciones de recursos en moneda extranjera. En otras palabras, puso a disposición reservas internacionales en su poder a quienes deseen protegerse en el cuadro de incertidumbre existente buscando así dar la imagen de solvencia del mercado financiero.

Hugo Fazio

Septiembre 2019