¿BANCO CENTRAL MINIMIZA IMPACTOS DE RIESGOS EXTERNOS?

El Informe de Política Monetaria (IpoM) de septiembre entregado por el Banco Central estimó un crecimiento del producto de 2018, con relación al año anterior, en una banda de fluctuación entre 4% y 4,5%, aumentando en más de 0,6 puntos porcentuales el incremento proyectado tres meses antes. “Los datos económicos conocidos en los últimos meses –expresó- han dado cuenta de un crecimiento económico mayor al previsto y de una inflación que ha considerado sus perspectivas de convergencia a la meta. Esto (…) en un contexto (…) de revisión al alza del crecimiento potencial y un cierre más rápido de la brecha de actividad”.

“Tratamos de ser lo más realistas posibles” señaló el presidente del Banco Central, Mario Marcel, destacando las tasas obtenidas durante el primer semestre, cuando el PIB aumentó, comparándolo con el mismo período del año anterior, en 5,05%. Obviamente se debe tener presente un hecho que el propio Marcel expresó en informes anteriores que en enero-junio de 2017 la economía prácticamente no creció. En consecuencia, el nivel del segundo semestre ya no contará con esta base de referencia muy reducida. Por tanto, el crecimiento será inferior, no siendo el único factor que está actuando en esta dirección.

Las utilidades empresariales en el primer semestre fueron las mayores desde el año 2010, cuando se recuperaban de los efectos recesivos en 2008 y 2009. Crecieron del orden de un 17% en relación con enero-junio de 2017. Pero, la parte fundamental del incremento se generó en un reducido número de sociedades. Se trata de Celulosa Arauco, Empresas Copec y AntarChile, del grupo Angelini, CMPC del grupo Matte, y CCU del grupo Luksic, las cuales explican más del 90% del aumento en las ganancias totales. En las cuatro primeras, fue determinante la cotización elevada registrada por la celulosa y en el de la CCU el acuerdo alcanzado en Argentina para el término de la licencia de Budweiser, que le significó un ingreso de US$306 millones.

Ello ya se puso en evidencia en el indicador mensual de actividad económica (Imacec) de julio, al registrarse un crecimiento de solo 3,3%, con un incremento del no minero, que representa cerca del 90% del total de 3,8%, y una contracción del no minero de 2,1%. Este nivel del no minero refleja mejor la tendencia general de la actividad económica. En sus cifras desestacionalizada del segundo trimestre ya venía experimentando un deterioro, lo cual pone en duda inmediatamente el punto máximo de la banda de crecimiento entregada para el año por el IPoM.

Un factor con repercusiones negativas en el consumo lo constituye la evolución de los salarios reales y de la masa salarial. En julio, el índice de remuneraciones reales del INE cayó en 0,1% en doce meses. Situación que se producía por primera vez desde el año 2010 en la serie empalmada de datos comparables del INE. Además, las ventas minoristas en el mismo mes únicamente aumentaron en cifras anualizadas un 0,1% y como constató el exvicepresidente del Banco Central Jorge Desormeaux al comentar el informe “las expectativas tanto de consumidores como de empresarios han caído en los últimos meses. Con los datos de crecimiento del Producto Interno Bruto del segundo trimestre –añadió- mis proyecciones eran bastante similares a las del Banco Central. Sin embargo, las cifras de actividad que hemos conocido con posterioridad al cierre estadístico del IPoM no permiten ser tan optimistas hoy en día. La actividad –concluyó- se ha desacelerado más allá de lo esperable” (09/09/18). La Encuesta de Expectativas del Banco Central del mismo mes de septiembre mantuvo la estimación de incremento promedio en el año de 4%. Por su parte la de LatinFocus Consensus Forecast la cifró en 3,9%.
El informe sostuvo que ni el escenario base presentado ni los factores de riesgos anotados deben establecerse en base a percepciones subjetivas o expectativas. Ello cuando el cuadro de incertidumbres existente es tan grande que necesariamente repercute en el accionar de los mercados. “Y si en tiempos normales, no considerar factores tales como las expectativas o las percepciones de los agentes puede ser contraproducente –escribió el exministro de Economía Luis Felipe Céspedes-, lo es aún en mayor medida en períodos especiales. Los eruditos en crisis económicas –añadió- tienden a coincidir en que para entender estos eventos tenemos que reconocer que sus causas tienen un componente significativo de espíritus animales. Donde el juicio y un enfoque de manejo de riesgos –concluyó- es crucial por parte del Banco Central”.

El instituto emisor constató, al mismo tiempo, que “el impulso externo será algo menor al estimado en junio”. Pero ello distó de reflejar la profundidad que ha ido alcanzando la crisis en economías de países emergentes, que al momento de entregarse el informe ya tenía en recesión a algunos países importantes. En Argentina, el propio ministro de Finanzas, Nicolás Dujovne, que viajó a Washington para analizar con el Fondo Monetario Internacional el duro ajuste fiscal anunciado por el presidente Mauricio Macri, adelantó que el producto en el año disminuiría en promedio un 1%, con cifras negativas de actividad desde los últimos meses del primer semestre. “El nuevo aumento de la tasa de interés (60% anual), junto al ajuste más severo de las cuentas fiscales –constató al finalizar agosto la clasificadora de riesgos Moody’s- acentuará y prolongará la recesión que ya se ha iniciado. La contracción –adelantó- muy probablemente se prolongará el próximo año” (…). Al tiempo que la devaluación del precio provocaba una escalada inflacionaria. En agosto llegó en cifras anualizadas a 34,4%, porcentaje que se preveía superaría el 40%. A la vez, la oficina estadísticas sudafricana había constatado que la economía del país cayó en la denominada recesión técnica, al registrarse cifras negativas de actividad tanto en el primer trimestre (-2,6%) como en el segundo (-0,7%).

Por su parte la economía brasileña se contrajo en un 1% durante el segundo trimestre, en lo cual influyó un largo paro de los camioneros. Su economía experimenta el contagio proveniente de la vecina Argentina y de Turquía dada su alta dependencia de la inversión exterior y que existen en Brasil muchos bancos extranjeros también afectados por la crisis otomana. Turquía fue el primer país donde se manifestó abiertamente la crisis en economías emergentes expresada en una devaluación muy fuerte de su moneda, la lira, y salida masiva de fondos al exterior. Constatándose al comenzar septiembre una aceleración de la inflación, alcanzando cifras en el índice de precios al consumidor de agosto, según el Instituto de Estadísticas Turco de 17,9% en cifras anuales y de 32,1% en el índice de precio de producción. El país enfrenta, además, una abierta ofensiva desde EE. UU. exigiendo la liberación de un pastor norteamericano acusado de formar parte del intento de golpe de Estado registrado en 2016. Al mismo tiempo, un banco comercial estatal es acusado por Washington de violar las sanciones establecidas buscando aislar económicamente a Irán.

En Asía, al día siguiente de publicarse el IPoM, el gobierno de Indonesia anunciaba un plan para intentar detener la devaluación de su moneda, la rupia, que había llegado a su nivel más bajo desde julio de 2008, durante la crisis del sudeste asiático, así como el creciente déficit en la cuenta corriente de la balanza de pagos, que en el primer semestre alcanzó a US$13.500 millones. Hasta ese momento las medidas del Banco Central de aumentar desde mayo en cuatro veces su tasa de interés y vender divisas no daban resultado. La medida principal del plan consistió en aumentar aranceles a 1.147 productos.

En la crisis de economías emergentes uno de los factores globales desencadenantes es la salida de recursos financieros en la generalidad de ellos. Un informe del Instituto de Finanzas Internacionales (IFI) con cifras de agosto constató que “la tendencia de flujos de entradas a acciones chinas y de flujos de salida de otros mercados emergentes continúa”. Según el IFI el ingreso a China, a pesar de la guerra comercial se produce como consecuencia de fenómenos estructurales, los inversionistas financieros rebalancean “sus carteras para colocar más capital en China antes de la inclusión en el MSCI”, indicador de títulos del mercado emergente. En cuanto al retiro de recursos desde la mayoría de las economías emergentes está influido por la revaluación del dólar en los mercados globales y la política de la Reserva Federal de aumentar sus tasas de interés.

El mismo día que el Banco Central daba a conocer el IPoM, Financial Times titulaba uno de sus reportajes con la afirmación de que “los mercados emergentes caen hasta la categoría bajista. Mientras los problemas domésticos en Turquía y Argentina –reseñó- los han convertido en los eslabones más débiles en los mercados emergentes este año, hay señales de que los inversionistas están intentando reducir su exposición a las monedas, acciones y bonos del mundo en desarrollo de manera amplia. El alza del dólar estadounidense desde abril –explicó- ha exacerbado los problemas en varias economías emergentes, donde la cantidad de deuda denominada en dólares se ha triplicado hasta llegar a US$3,7 billones en la última década, según el Banco de Pagos Internacionales. El alza de las tasas de interés en EE UU y la reducción gradual de la hoja de balances de bonos que la Reserva Federal adquirió en medio de la crisis financiera han respaldado al dólar al mismo tiempo que presionan a los mercados emergentes (…)”.

La directora gerente del Fondo Monetario Internacional, Christine Lagarde, en entrevista concedida al Financial Times, dio a conocer que la institución a su cargo aún no prevé que el contagio producido desde mercados emergentes cuyas crisis son evidentes está expresándose en otros países. Pero, advirtió, estos hechos “pueden cambiar rápidamente”, constatando que la “incertidumbre y falta de confianza ya generada por las amenazas contra el comercio, incluso antes que se materialice” constituye “uno de los mayores peligros que enfrentan los países en desarrollo”.

Desde luego, Chile no está al margen de esta tendencia. Una de sus expresiones la constituye la devaluación del peso, que en los días previos y posteriores al IPoM se depreció a cerca de $700 por dólar, experimentando una reducción en el año hasta ese momento de 12,7%. Esta es la causa fundamental de la inflación llevando a que el IPoM estimase que en diciembre el nivel del IPC estará en 3,1%, prácticamente en el centro del rango tenido como objetivo por el instituto emisor, corregido al alza debido precisó al incremento de la paridad cambiaria. Mientras tanto, el indicador de inflación subyacente que elimina las variaciones de precios en los alimentos y la energía (IPCSAE) se ubicaría al cierre de 2018 en 2,7%, cuatro décimas por encima del estimado en junio, llegando a 3% “en la primera mitad de 2019”. Mario Marcel ha reiterado que “el tipo de cambio es nuestro amortiguador”. Su evolución se encuentra entregada totalmente al mercado. Y su evolución en la coyuntura existente al momento de entregarse el informe estaba muy influida por la caída en la cotización del cobre, la salida de recursos financieros desde el país y en la decisión ante la incertidumbre de refugiarse en el dólar. Por tanto, la posición de las autoridades monetarias se limita a constatar estos fenómenos y desempeñar la función de comentaristas.

Otro impacto importante se produce en la cotización del cobre, que ha experimentado en el año un agudo descenso registrando al momento de darse a conocer el IPoM una pérdida superior al 18%. Incluso en agosto su descenso condujo a que las exportaciones descendiesen en doce meses en un 1%, registrándose una balanza comercial negativa. Uno de los riesgos externos a futuro anotados por el informe es una reducción anual mayor en su cotización, lo cual significa menores exportaciones, reducción en los ingresos fiscales y deterioro en los términos de intercambio, es decir de la relación de precios entre exportaciones e importaciones en los mercados internacionales. En 2018, los términos de intercambio experimentarían un deterioro de 1,2%, corrigiéndose la estimación de junio cuando se le fijó en +0,2%. Esta evaluación negativa influye en el ingreso nacional bruto disponible real.

Para la inversión se proyectó un incremento promedio anual de 5%, después de un largo periodo descendente. “En esa cifra –expresó Mario Marcel – se va reflejando el crecimiento que ha tenido la inversión en maquinarias y equipos (…), pero todavía hay un desafío importante en términos de generar proyectos de mayor envergadura. Más aún –añadió-, a medida que vayamos avanzando probablemente parte de este crecimiento en la inversión en maquinarias y equipos va ir desacelerándose, ya sea por efecto de la apreciación del dólar o por que se van satisfaciendo las necesidades de reposición. (…) la necesidad de que se desarrollen proyectos de expansión de capacidad –concluyó- pasa a ser bien importante”.

(…) un posible riesgo –comentó igualmente Mario Marcel- se relaciona con un ajuste sincronizado de los precios de los activos de economías emergentes, como lo sucedido a fines de los noventa o durante la crisis financiera global. (…) una mayor incertidumbre, condiciones financieras estrechas y un dólar apreciado es particularmente negativo para el precio de las materias primas y en especial para el cobre”. La estimación de su cotización promedio en el año, el IPoM lo estimó en US$2,95 para descender en 2019 a US$2,85 y en 2020 a US$2,80. La evolución de la cotización del metal rojo depende en grado importante de lo que acontezca en China, que hasta la fecha del IPoM mantenía un crecimiento alto. En 2017, las exportaciones mineras al país asiático alcanzaron a US$15.470 millones, de los cuales un 94% lo conformaron remesas del metal rojo.

Al día siguiente de publicarse el informe venció el plazo dado por Donald Trump para recibir observaciones públicas a la investigación para aplicar aranceles a China por otros US$200.000 millones, instruyendo el día 14 a sus asesores de activarla. La incertidumbre creada por su aplicación repercute en los mercados. Sin embargo, hasta julio el déficit comercial de EE.UU. en el intercambio bilateral con China ascendía a más de US$222.000 millones, un 8% superior a los mismos meses del año anterior. Específicamente en el séptimo mes de 2018 subió a más de US$36.800 millones, en lo que puede explicarse como un incremento de las exportaciones desde la potencia asiática antes que se pudiesen producir nuevos aumentos de aranceles en la escalada desatada por Trump. Por su parte China ha adoptado medidas orientadas a defender su actividad económica interna mediante políticas activas fiscales y monetarias, aumentando el gasto público y los créditos otorgados a sectores económicos, además de reducir el encaje de los bancos comerciales.

Hugo Fazio